martes, 12 de mayo de 2009

UN SACERDOTE QUE DEFIENDE VALIENTEMENTE EL AMOR


Unas fotos en la playa destaparon la caja de Pandora, o mejor dicho, pusieron al descubierto el pecado del Padre Alberto Cutié, fue así que nos enteramos de que el célebre sacerdote de Miami mantenía relaciones con una mujer. Durante dos semanas hemos escuchado comentarios y opiniones disímiles acerca del tema. La crítica popular lleva al padre desde la cumbre hasta el abismo, unos lo endiosan, otros lo crucifican.

Según parece, el Padre Alberto luchó contra el amor y otros demonios, tratando de no caer en la tentación de la carne, intentando mantenerse firme, para no romper sus votos de castidad, pero no salió ileso en esta lucha entre el bien y el mal. Pero ¿cual es el bien y cual es el mal aquí? Dios mismo creó a Eva para Adán y les dijo: "Creced y multiplicaos", "Ama a tu prójimo como a tí mismo". El Padre Alberto es un creyente de corazón y ama el sacerdocio, pero también es un ser humano, ¿quién dice que el amor a Dios está reñido con el amor a una mujer?

Y en este punto cabe preguntarse, ¿acaso es un pecado amar? ¿Quién lo dice? Dios es amor, por lo tanto, el Padre Alberto Cutié no ha ofendido a Dios por haberse enamorado de una mujer. El único pecado que ha cometido es faltar a sus votos de castidad y a su promesa de celibato, pero eso no es un mandamiento de Dios, en ningún versículo de la Biblia se establece que los sacerdotes no se puedan enamorar, casar y tener una familia como Dios manda.

El celibato no es un mandamiento, sino un compromiso que tiene que está obligado a asumir un hombre, cuando decide ordenarse como sacerdote para servir a Dios, pero este requisito lo impone la Iglesia Católica como institución.

La soledad es mala consejera, un hombre que es forzado a mantenerse íntimamente solo, no dejará de sentir los deseos y urgencias carnales propias del ser humano y al no poder satisfacer esas necesidades de la carne en la forma natural, con una pareja, buscará otras vías, que en algunos casos pudieran resultar insanas y aberrantes. Y es que el hombre no debe andar solo, los humanos están diseñados para dar y recibir amor y para hacer una vida en pareja, al menos cada individuo debe tener la libertad de elegir. Si Dios nos dio el libre albedrío, ¿quién es la Iglesia para despojarnos de ese derecho?

Resulta un anacronismo que precisamente en pleno siglo XXI la Iglesia Católica siga imponiendo a los sacerdotes un requisito que va contra la naturaleza y contra Dios mismo, pues El nos dijo: "creced y multiplicaos" y eso incluía a todos los seres humanos, pues no hizo una excepción para los sacerdotes.

Por eso, yo opino que el verdadero error no está en lo que hizo el Padre Alberto, sino en el hecho de que la iglesia católica, en pleno siglo XXI siga imponiendo el celibato como un requisito para ser sacerdote. La historia y los hechos demuestran que el celibato es contra-natura y todo lo que vaya contra la naturaleza es peligroso y debemos entender que debajo de cada sótana hay un hombre de carne, hueso y deseos, como todos los demás. Entonces aquí lo único que anda mal y que habría que reformar urgentemente es la Iglesia, que con estas prácticas anacrónicas, se oponen a la naturaleza y al mismo Dios al imponer el celibato a los sacerdotes.

Además, si los sacerdotes se casaran, pudieran ser más efectivos a la hora de guiar y aconsejar a sus feligreses en los asuntos matrimoniales. Si un representante de Dios está satisfecho con su vida personal, tiene una relación sexual plena y una pareja estable, pudiera ser un mejor ejemplo para sus feligreses y estaría mucho mejor preparado para aconsejarlos.

Miriam De La Vega
Mayo 15, 2009

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