martes, 1 de septiembre de 2015

LA PAZ INTERIOR (Reflexión)


Aunque parezca extraño, hay personas que confunden tu ecuanimidad con aburrimiento y hasta te rechazan porque eres una persona conciliadora, balanceada, amante de la paz y la armonía, que escucha y respeta todas las opiniones y trata de encontrar lo que nos une y ponerlo por encima de lo que nos separa, de modo que nos acerquemos más los unos a los otros. Los humanos, en general, estamos tan acostumbrados a la discordia, la controversia, las ofensas, que no es fácil entender a alguien así.

Lo que esas personas no saben es que tú no llegaste así a este mundo, ni alcanzaste esa actitud de golpe, sino, por el contrario, te esforzaste mucho por lograrlo y aún te esfuerzas por ser cada día mejor ser humano.

Todo comenzó cuando percibiste que había algo más allá de tu ego y más importante que tener la razón o ganar una acalorada discusión. Ese día comenzaste a vislumbrar que el mundo no se divide en ganadores y perdedores, sino en seres que están más cerca o más lejos de la verdad, pero no de una verdad insignificante sobre política o religión, sino de LA VERDAD que trasciende a otras dimensiones, porque intuías cada vez con más certeza que la vida no se limita al período que transcurre desde el nacimiento hasta la muerte en este plano físico, sino que hay mucho más. Y fue entonces que decidiste ir más allá y entrar en sintonía con el universo.

A partir de ahí fuiste sintiendo cómo se fortalecía tu espíritu con cada nuevo golpe, con cada experiencia, con cada consejo aprendido de los maestros, de los que descubrieron todo esto mucho antes que tú. Comenzaste a poner en práctica sus enseñanzas y aprendiste a valorar el pensamiento de los otros, sus opiniones, sus sentimientos, sus experiencias, sus creencias, su dolor; comprendiste que cada cual tiene sus propios motivos para pensar y conducirse de la manera en que lo hace y para ser como es y que solo poniéndote en sus zapatos puedes entender sus razones.

Fue así que aprendiste a guardar silencio antes de ofender, a ponerte en el lugar de otros para intentar comprenderlos y entonces el amor y la comprensión fueron tomando cada vez más espacio en tu corazón, dejando cada vez menos para el rencor y el odio.
Ese crecimiento tomó mucho tiempo, años, pero fueron años muy bien aprovechados porque hoy eres mucho mejor persona que antes y eso hace que te sientas más satisfecho con la persona que ves en el espejo.

Es por eso que si de repente aparece alguien y te dice que te considera muy aburrido porque no te fajas, porque no discutes, porque no eres controversial, porque tienes autocontrol, porque en vez de insultar a otros, tratas de entenderlos, porque buscas la paz y la armonía, porque eres conciliador, la única respuesta que esa persona merece es que si tu manera de ser te resulta aburrida, nadie le impone tu amistad, porque sabes que tu misión no es ser el amiguito complaciente de alguien que se siente estimulado y se divierte con el enfrentamiento y la controversia, tu misión es tratar de entender a la gente y ayudar a que otros se entiendan entre sí, hacer todo lo que esté a tu alcance para traer un poco de paz y armonía a tu entorno. Demostrar a la gente que si tratamos de entender el punto de vista ajeno, podemos aprender a convivir. Tu misión es hacer del amor y la amistad, tu bandera para desterrar el odio y la guerra de nuestro entorno.

Dios sabe lo que haces y estoy convencida de que lo aprueba y lo ve con beneplácito, por lo tanto, piensa que la opinión que alguien tenga de ti, no es tu problema, es el suyo y no vas a cambiar ni un ápice de lo que has logrado simplemente para que alguien te acepte o te encuentre un poco más divertido, porque has andado un largo camino para crecer espiritualmente y para conseguir algo que muy pocos logran en este plano, la paz interior.


© Miriam De La Vega
Septiembre 1, 2015

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