miércoles, 29 de marzo de 2017

Y REGRESÓ EL AMOR (Escrito por Josefa Arias)



Y se marchó callado, de repente,
como se van las noches y los días,
como en invierno las mañanas frías,
cuando amanece bajo un sol ardiente.

Entonces ese amor tan inocente
se transformó en algo sin sentido,
y con la herida hecha por Cupido,
comenzó a perderse entre la gente.

Y murmuraban al notar su herida,
pero siguió sin rumbo definido,
ya qué importaba, estaba tan perdido,
que se olvidaba de su propia vida.

Vagando con la mente aturdida
por entre calles, bosques y montañas,
enredado en sus propias telarañas,
hasta qué al fin pudo sanar la herida.

Y regresó con sueños de quimera
con el alma como bella mariposa,
volando sobre una blanca rosa
recibiendo la ansiada primavera.

© Josefa Arias
 

PARA SER FELIZ... (Escrito por Miriam Herrera)


Aprender de los errores,
sacar las penas al viento,
aprovechar el momento,
disfrutar de los amores.

Agradecer por el bien,
aunque no te sobre, dar,
al que te hirió, perdonar
y perdonarte también.

Aquilatar lo que tienes,
no envidiar de otro los bienes
y ejercer la cortesía.

La sonrisa mantener
y al Señor agradecer
por la vida, cada día.

Miriam Herrera ©

NI UN PASO MÁS (Poema)




No daré un paso más
camino al precipicio,
no perderé la paz
como lo hacía al inicio

No espero doblegar
de nuevo mi conciencia,
nadie maltratará
mi integridad, mi esencia

Ya no perdonaré
abusos ni traiciones 
y no soportaré
gritos ni humillaciones

No se marchitarán
mis flores en enero,
las haré florecer
durante el año entero.

No dejaré que ignoren
mis sagrados derechos,
desde hoy me amaré
como nunca lo he hecho.


Miriam De La Vega 
- MDLV -
   © Todos los derechos reservados





martes, 28 de marzo de 2017

¿A DÓNDE VAN LOS SUEÑOS? (Poema)





 ¿A dónde van los sueños
a dónde las ideas
 a dónde las caricias
y las noches en vela?

¿A dónde las palabras de amor,
los pensamientos,
las promesas eternas
 y los dulces momentos?

No es posible que todo 
desaparezca un día
                     y que no quede rastro                   
                                                 de dolor, ni alegría                                                     

    Ni un suspiro, ni un beso,
 ni verdad, ni mentira
    no creo que la muerte 
 se devore la vida.


Miriam De La Vega
 - MDLV -
  © Todos los derechos reservados 

domingo, 26 de marzo de 2017

REFLEJOS (Poesia)


Quisiera componer una poesía 
con los fragmentos del antiguo espejo 
donde se multiplican los reflejos 
de una pasión que fue mi fantasía. 

Ya no sé si fue solo una utopía 
o si fue de verdad que nos amamos,
solo sé que al final nos alejamos,
tú seguiste tu historia y yo la mía.

Por eso hoy al mirar hacia el pasado 
comprendo que tu amor es una sombra
que ya no me recuerda, ni me nombra,
pero habita en mi pecho todavía.


Miriam De La Vega
- MDLV -
                                               © Todos los derechos reservados
 

viernes, 24 de marzo de 2017

ANGIE CRECIÓ (Relato finalista en el "Certamen Literario Somos 2015")



Había pasado mucho tiempo desde que mis hijos crecieron, se sentía mucho la falta de un bebé en la casa, por eso comencé a amar a Angie desde que supe que se estaba formando, aun desde mucho antes de tener nombre, antes de saber siquiera si sería niña o niño, ya esperaba ansiosa la llegada de aquel solecito que llenaría de luz mi vida, de aquel pequeño milagro que traería de vuelta a casa el sonido más hermoso que existe, la risa de un bebé. 
Cuando Angie nació mi mundo se llenó de luz, desde la primera mirada supe que estaría atada a aquella criaturita por el resto de mi vida. Cuando ella y yo hablamos del día de su nacimiento, ella dice que cuando me vio por primera vez, pensó: "ella me gusta, la voy a querer mucho", y no lo dudo, incluso estoy segura de que ya nos conocíamos antes de vernos, estoy convencida de que ese día solo fue un reencuentro, porque sé que su alma y la mía han viajado juntas desde la eternidad y hemos compartido en muchas vidas anteriormente. 

¡No puedo olvidar cómo se iluminaba su carita cuando iba a recogerla al Day Care­! Aún cuando todavía no hablaba, más adelante me recibía con aquel grito de "Miiiimaaaaa!!", y venía corriendo y extendiendo sus bracitos hacia mí. Después íbamos cantando y riendo todo el camino de regreso a casa.

Cuando ella cumplió los dos años, su papá recibió una magnífica oferta de trabajo y se mudaron a New York, desde el mismo día en que se fueron, sentí un vacío enorme, como si me faltara una parte de mí y empecé a pedir a Dios con toda mi fe que los trajera de vuelta, no quería estar lejos, no quería perderme el disfrute de verla crecer y avanzar, de celebrar cada nueva palabra, cada nuevo paso, cada nuevo logro.

Viajé a verla un par de veces y me recibía con la misma alegría y el cariño de siempre, como si nunca hubiera dejado de verme. Afortunadamente, Dios escuchó mi pedido y muy pronto decidieron regresar, así que reanudamos nuestra relación cercana y pude presenciar todas las cosas que iba aprendiendo y enseñarle otras nuevas. 

Disfrutábamos mucho juntas, jugábamos, cantábamos, bailábamos y reíamos, hasta compusimos algunas canciones entre ambas. Siempre hemos estado muy unidas, la gente dice que nos parecemos mucho y que resulta evidente que tenemos mucha química.


Según crecía nos fuimos compenetrando cada vez más. Todos los fines de semana quería quedarse a dormir en casa de Mima, íbamos a un parque cercano, a una tienda de juguetes o al museo y éramos muy felices compartiendo juntas. 


Pero mi niña siguió creciendo y pronto dejó de ser una bebé, ahora está a las puertas de la adolescencia y ya no siente como antes la necesidad de venir a casa de Mima, ahora disfruta más sus fines de semana compartiendo con sus amiguitas, ya los abuelos hemos pasado a un segundo plano.

Ayer pasé por el Chuck E.Cheese y sentí mucha nostalgia recordando los tiempos felices en que ella saltaba de alegría cuando yo ganaba tickets para ella en alguna maquinita, o cuando le compraba un juego de legos en Toys R Us, o nos comíamos una pizza juntas en Target o en el Restaurante Polo Norte.

Es triste comprobar que esos tiempos pasaron, no es que haya dejado de quererme, es que sus prioridades han cambiado y aunque sé que de eso se trata la vida y que el amor por mí siempre estará latente en su corazón, me duele descubrir que ya nunca volverá a ser lo mismo, porque ya ella dejó de ser mi bebé. 

Ahora su vida se ha vuelto más activa y complicada, recibe clases de baile, de teatro musical y está muy ocupada soñando en grande y tratando de realizar sus sueños, y es lo que más deseo, porque siempre le he inculcado que luche por ellos y que nunca tenga dudas de que logrará todo lo que se proponga.

No niego que es triste, pero en medio de mi nostalgia, me animo pensando que todo lo que hemos vivido juntas quedará guardado en aquel rincón del alma donde se guardan los tesoros, quizás algún día vuelva su vista atrás y recuerde aquella época como la mejor de su vida, como esa época inolvidable y feliz, en la que nos refugiamos en medio de los embates de esta travesía que llamamos vida.

Mientras tanto, yo seguiré cumpliendo mi papel de abuela, que es estar aquí para darle toda mi ternura, mi amor y mi apoyo siempre que ella lo necesite.
  

                                                        Miriam De La Vega
- MDLV -
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jueves, 23 de marzo de 2017

PARADOJA (Relato Corto)


Ni siquiera sabía la ubicación de Angola en el mapa, tuve que buscarlo en el viejo globo terráqueo de mi abuelo para saber que el país al que me enviaban estaba en África. 

Al bajar del avión, la vi y de inmediato sentí una fuerte conexión con ella. Era enfermera y también estaba allí contra su voluntad, ambos habíamos sido enviados, como tantos otros, a participar en aquella guerra absurda, cuyo objetivo jamás entendimos.

Para mí hay un antes y un después de Angola. Allí conocí de cerca el peor rostro de la muerte, perdí muy buenos amigos y vi morir a muchos africanos, a quienes no conocía, pero que nunca me habían hecho daño alguno y quizás en otras circunstancias hubieran sido mis amigos. Cuántas pérdidas imperdonables, todavía los fantasmas de aquella guerra, me persiguen en las noches, cuántas vidas inocentes se perdieron de ambas partes, por culpa de un gobierno insensato.

Pero tengo sentimientos encontrados con respecto a esa etapa, porque donde tantos otros encontraron la muerte, yo encontré el amor.  

En el presente, cuando la veo acunando a nuestro pequeño nieto en sus tiernos brazos, agradezco al universo por haberla puesto en mi camino, sé que aunque hubiera sobrevivido a la guerra, no hubiera regresado realmente vivo de Angola, de no haber sido por ella, hubiera dejado mi alma allí. Solo por ella sentí deseos de continuar viviendo.

- MDLV -
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MI VECINA SHEILA (Cuento) (Finalista en el "Certamen Literario Somos 2015" en la categoría de Cuento Corto)


Ella vivía en el apartamento contiguo, nuestras habitaciones estaban separadas por una fina pared, tan delgada que podía escuchar hasta sus suspiros. Muchas veces escuchaba sus gemidos mientras hacía el amor con su novio y los imaginaba enredados en la cama, prodigándose caricias y llegando a los estertores del clímax, ella gemía y gritaba "­¡más, más...!", y yo podía adivinar a la joven y atractiva vecina, desnuda, desfalleciendo de placer en el más pleno de los orgasmos.  No niego que eso me provocaba fantasías increíbles y me hacía desearla cada vez más. Confieso que más de una vez experimenté alguna erección mientras escuchaba aquellos candentes encuentros sexuales, y también reconozco que la observaba a escondidas detrás de la persiana cuando entraba o salía de su apartamento, o cuando despedía a su novio en la puerta. La verdad es que ahora siento algo de vergüenza al confesar todo esto, pero tengo dos atenuantes para mis delitos, ella era irresistiblemente hermosa y yo, solo un simple mortal, joven, soltero y solitario.

Una mañana, en el momento preciso en que yo salía de mi apartamento para dirigirme a la oficina, ella entraba en el suyo, vestía ropa de gimnasio, ajustada a su cuerpo que hacía resaltar sus atributos.

- Buenos días, vecina, ¿cómo le ha ido? 

- Muy bien, gracias.

- ¿Regresando de hacer ejercicios?

- Sí, salgo a correr muy temprano al parque de la esquina, ahora tomaré un baño para irme al trabajo.

- Bueno, un gusto verla, que tenga un buen día. Ah, por cierto, mi nombre es Álvaro.

- Encantada, yo soy Sheila.

A partir de ese día, comencé mi rutina de ejercicios, me levantaba una hora antes de lo habitual y me dirigía hacia el parque donde caminaba durante media hora, allí la encontraba a diario y muchas veces conversábamos mientras caminábamos juntos. Ella se fue metiendo bajo mi piel, ya no concebía ir a trabajar sin verla en la mañana.

A través de nuestros encuentros matinales fui conociendo algo de su vida y sus sentimientos, fui descubriendo a la persona real que palpitaba dentro de aquella hermosa joven y cada vez me sentía más interesado en ella, porque su mundo interior era tan bello como su apariencia. Supe que era soltera, que había venido de Cuba muy pequeña con su madre, la cual había fallecido de cáncer apenas unos años atrás, no tenía hermanos, ni nadie más en este país. Se había graduado de arquitecto y trabajaba para una compañía constructora. Su novio era ingeniero en la misma compañía, llevaban más de un año juntos, pero aún no habían pensado en matrimonio.

Me contó que en una ocasión, ella le había comentado sobre la posibilidad de casarse y él había contestado que aún no estaba listo. Otra vez ella le sugirió que tal vez podrían vivir juntos y él se negó, diciéndole que su madre estaba enferma y requería de muchos cuidados, por lo que no la podía dejar sola para venir a vivir con ella. En repetidas ocasiones ella le había manifestado el deseo de conocer a su madre, pero él le decía que ella tenía un carácter muy difícil y le daba largas al asunto. Sheila estaba tan enamorada, que aceptaba todo de buen grado, con tal de no discutir. Lo último que quería era alejarlo.

Una noche los vi llegar juntos, y supuse que en breve comenzarían uno de aquellos ardientes encuentros, pero en pocos minutos comprendí que los ánimos estaban muy alterados, discutían acaloradamente y él fue alzando la voz hasta que terminó gritando a todo pulmón, parecía fuera de sí, yo podía oír los sollozos de Sheila. De pronto escuché muy claramente cuando él le gritó:

- Fuiste demasiado lejos, estúpida, no tenías ningún derecho a aparecerte en mi casa, ahora lo arruinaste todo, te voy a matar como a una perra!!

Y entonces escuché que ella gritaba:

- ­¡¡Noooo!!, por favor, basta ya, me estás haciendo daño, ¡¡suéltame, suéltame!! 

En ese momento, quise ir allá, derribar la puerta y golpear a aquel salvaje, pero lo pensé mejor, busqué mi teléfono y marqué el 911.

- Por favor, en el apartamento de al lado hay un hombre muy violento y está maltratando a su pareja, ella necesita ayuda, manden a alguien pronto.

Le di toda la información que la operadora me pidió y ella me contestó:

- Estamos enviando una patrulla para allá inmediatamente.

En el momento en que colgué el teléfono escuché un golpe seco y acto seguido todo quedó en completo silencio, luego oí que él la llamaba por su nombre y ella no respondía. Entonces él, en medio de su desesperación, comenzó a lanzar objetos contra la pared. En pocos minutos escuché que llegaba la policía y me sentí algo aliviado, aunque no dejaba de preguntarme si Sheila estaría bien. 
Cuando salieron del apartamento vi que llevaban al hombre esposado y a ella inmóvil en una camilla. Le pregunté a uno de los paramédicos y me dijeron que ella había recibido un fuerte golpe en la cabeza y habría que esperar para saber el diagnóstico. Subí a mi auto y seguí a la ambulancia hasta el hospital. 
Allí le hicieron todo tipo de exámenes y según los resultados, el golpe en la cabeza le había provocado una lesión en el cerebro y el médico no podía determinar la magnitud del daño cerebral. Después de escuchar al médico, entendí la gravedad de la situación y no pude reprimir las lágrimas, en ese momento comprendí lo que ella significaba para mí y decidí que me quedaría a su lado. Pedí unos días libres en mi trabajo y permanecí con ella. Estuvo tres días en coma. En la mañana del cuarto día, ella abrió los ojos y yo estaba allí, cuando me vio, me dedicó una sonrisa triste y confusa y me preguntó:
- ¿Álvaro? ¿Qué haces aquí? ¿Dónde estoy? 
- En el hospital.
Ella comenzó a hablar entre sollozos.
- Sí, ya recuerdo. Yo tenía muchas dudas, conseguí su dirección y fui a su casa, descubrí que tenía una esposa y dos hijos, me estuvo engañando todo el tiempo. Cuando supo que yo lo había descubierto, se puso como un loco, casi me mata, recuerdo que me golpeó, me empujó y caí al suelo, pero no recuerdo lo que pasó después.
- La policía se lo llevó preso.
- ¿Quién llamó a la policía?
 Yo bajé la cabeza y murmuré.
- Fui yo.
- ¿Tú? ¿Pero cómo supiste?
- Escuché la discusión y te oí llorando, también escuché cuando él dijo que te iba a matar, tú pedías que te soltara... y entonces llamé a la policía.
Ella comenzó a llorar y yo la abracé, mientras lloraba en mis brazos, musitaba en mi oído entre sollozos "Gracias, gracias, gracias".
Afortunadamente, la lesión en su cerebro no fue grave, ni dejó secuelas, y a partir de aquel violento episodio, nos acercamos mucho más. Poco a poco fueron sanando sus heridas y fue surgiendo en su corazón un profundo sentimiento de amor hacia mí, que nos llevó a comprometernos. Muy pronto Sheila será mi esposa y prometo que cuidaré de ella con toda la ternura y el cariño que toda mujer se merece.

                                                                  Miriam De La Vega
                                                                          - MDLV -
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EL DEPREDADOR (Cuento)




Atravesaron el portal, entraron en la casa, lo registraron todo, hallándolo escondido en el closet. Lo golpearon atrozmente y casi desfallecido, lo transportaron a la prisión.

Lo interrogaron con dureza, le pedían detalles del crimen, al parecer algún vecino escuchó un disparo y avisó a la policía y cuando acudieron al lugar, lo encontraron en el closet. Él lo negaba todo y por supuesto, ellos no le creían, todas las evidencias lo inculpaban, pero en realidad, él no estaba mintiendo, por más que se esforzaba, no recordaba nada, solo que había despertado en aquel lugar oscuro y húmedo, rodeado de un amasijo de zapatos y ropa. No entendía por qué lo habían apresado, seguramente lo estaban confundiendo con alguien, porque él, Beto Gálvez, el hijo de Mariana Gálvez, era un hombre íntegro, incapaz de cometer un delito. Su madre, a pesar de haber sido madre soltera, lo había educado con esmero, inculcándole sólidos principios y había hecho de él un hombre de bien. 

Por más que se estrujaba el cerebro tratando de recordar lo sucedido, no lo lograba, pero de una cosa sí estaba seguro, él nunca habría dañado a nadie sin motivo, todo lo contrario, no soportaba el abuso ni la violencia. ¿Cómo iba a soportarlo?, si durante toda su infancia había sido víctima de abuso por parte de su padrastro, quien lo golpeaba y lo obligaba a practicarle sexo oral, bajo la amenaza de que si se negaba a hacerlo o se lo contaba a alguien, mataría a su madre y él sabía muy bien que aquel canalla era capaz de hacer eso y mucho más. Fue por proteger a su madre, que soportó durante toda su infancia, el abuso de Jacobo Argüelles  y mantuvo el secreto. Más tarde, tampoco se decidió a confesarlo a nadie, porque sentía vergüenza. Afortunadamente, Jacobo un día desapareció de sus vidas y nunca más volvieron a saber de él, lo que representó un gran alivio para Beto y su madre, pero no borró el recuerdo de la agonía que había vivido, ese recuerdo lo acompañaría por el resto de su vida.

Cuando Jacobo se fue del pueblecito de Georgia donde vivían, él pudo concentrarse en los estudios y logró graduarse de ingeniero; un par de años después de graduarse, recibió una magnífica oferta por parte de una importante compañía de Miami, así que convenció a su madre para mudarse a la ciudad del sol, en aquella casa quedaría sepultado su pasado y las horribles escenas de su niñez. En Miami se enamoró de Alexia, una chica hermosa e inteligente, se casaron y tuvieron un hijo que colmó su vida de felicidad, pero aunque a veces el dolor de los recuerdos le taladraba el alma, nunca le contó a nadie su historia, había decidido llevarse aquel secreto a la tumba.

De lo sucedido antes de su arresto, lo último que recordaba era haber salido temprano en el auto para dejar a su hijo en la escuela.  Sentía un peso en la cabeza que no lo dejaba pensar con claridad. De repente, una aguda punzada en la frente lo hizo llevarse la mano al lugar de donde provenía el dolor, sus dedos rozaron algo en su sien izquierda y descubrió que una herida le atravesaba verticalmente la frente desde la sien hasta la raíz del cabello. Fue entonces que comenzaron a llegar a su mente las imágenes que había perdido y poco a poco fue armando el rompecabezas.

Recordó que esa mañana había estacionado al costado de la escuela, se bajó y acompañó a su hijo hasta la entrada principal, donde se despidió de él. Mientras miraba cómo el muchacho avanzaba hasta desaparecer por el corredor, escuchó una voz que le resultaba demasiado familiar, un hombre cerca de él halaba a un chico por el brazo y lo conducía hacia la calle, mientras el niño se resistía a seguirlo. En ese momento escuchó que el chiquillo preguntaba:

- ¿Quién eres?

- Un amigo de tu mamá. - contestó el hombre.

- Pero ella me acaba de dejar aquí y no me dijo que alguien vendría a recogerme.

- Es que ha surgido un imprevisto, el abuelo se enfermó de repente y ella me ha pedido que viniera a recogerte para llevarte a su lado.

Beto no podía creer lo que veía, aquel era el mismísimo Jacobo Argüelles, el hombre que lo había abusado en su infancia.

Jacobo subió a un auto con el niño y  puso en marcha el motor y Beto sin perder tiempo se subió al suyo y los siguió. El hombre condujo hasta una casa algo alejada de la escuela, Beto aparcó a una distancia prudencial desde donde pudo ver cómo el hombre bajaba del auto y sacaba de un tirón al niño que se resistía con toda su fuerza, pero no pudo evitar que Jacobo lo condujera hacia el interior de la casa.

Entonces Beto abrió la guantera y extrajo la pistola que siempre llevaba consigo para poder defenderse en caso de necesitarla. Sigilosamente, se dirigió hacia el lugar, la puerta no estaba completamente cerrada y desde afuera podía escuchar lo que hablaban, le pareció estar viviendo un "déjà vu"

Escuchó que Jacobo le decía al niño:

- Si te portas bien y haces lo que te digo, te voy a comprar el último videojuego. 

- ¿Y qué tengo que hacer? - preguntó el niño con inocencia.

Seguidamente, se hizo un silencio, durante el cual Beto podía adivinar que Jacobo se bajaba la cremallera del pantalón y sacaba su miembro, mostrándoselo al niño. Entonces lo escucho decir:

- Solo ponlo en tu boca.

El niño se negaba con firmeza. 

- No, no lo haré, se lo diré a mi mamá.

Y Jacobo le contestó:

- Si no lo haces, o si se lo dices a alguien, te juro que mataré a tu mamá. ¡Así que hazlo!! ¡Hazlo yaaaaaa!!!

El niño cerró los ojos y abrió la boca como quien se dirige al cadalso, pero sabe que no tiene otra opción. Se disponía a comenzar el acto.  

Beto ya no pudo soportar más, inmediatamente empujó la puerta y entró en la habitación, apuntando con la pistola a Jacobo, mientras le decía:

- Jacobo Argüelles, hijo de la gran puta, deja al niño en paz!!

- ¿Y tú quién coño eres?

- Alguien que te conoce muy bien. ¿Te suena el nombre de Beto Gálvez?

El hombre lo miro estupefacto, su rostro estaba lívido. Beto aprovechó su confusión y le dijo al niño:

- ¡Sal de aquí!... huye y pide a alguien que llame a tu mamá!!

Mientras Beto se aseguraba de que el niño desapareciera de la escena, Jacobo aprovechó para sacar una navaja y con un rápido gesto se la lanzó a Beto, causándole una profunda herida en la frente. La sangre comenzó a fluir cubriendo su rostro, pero Beto aún tenía la pistola en la mano y haciendo un titánico esfuerzo, alzó el brazo y le disparó directamente a la cabeza. Jacobo se desplomó instantáneamente. 

Entonces Beto se dirigió a rastras al interior de la casa, en busca de algo que pudiera controlar la sangre de su herida, y alcanzó a llegar a un closet, pero ya había perdido mucha sangre y en ese mismo momento, cayó inconsciente. 

Unos minutos más tarde llegó la policía y lo arrestaron por el asesinato de Jacobo Argüelles. Ahora su libertad dependía de que el pequeño al que había salvado, diera su testimonio y de esa forma quedara claro que todo lo había hecho por defender al niño. De lo contrario, sabía que se pudriría en la cárcel, como cualquier criminal, pero lo tranquilizaba saber que ahora existía un depredador menos en el mundo. Jacobo Argüelles no volvería a convertir en un suplicio la vida de ningún otro niño.


Miriam De La Vega
- MDLV -
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