Y llegaste, sacando el pasado de mi nevera, para saciar hambres traviesas que no respetan sentimiento alguno. Tú, la de siempre, con tu andar de hembra fina y zapatos acordonados. Años y años, amordazando el alma, aferrado a un viejo libro de poemas que viaja conmigo en condición de polizonte honorario, engalanado para mis orgías de recuerdos con un único propósito, gritar alguna que otra noche, que tú, la mujer más imposible, existes. Y a salvo del tiempo regresas, para fusilar años y ausencias, con tu beso de un tirón, como acostumbras, derrumbando con tan solo una ráfaga de razones, mi chaleco anticaricias. Y me rompes el disfraz de hombre encantador, me fustigas a placer con tus labios y te quieros, dejándome desnudo en medio del museo de mis recuerdos. Ahora, tratando de sobrevivir a esta madrugada, me aferro a este cabello salvavidas que dejaste sobre mi cama, dando brazadas con un destino fijo, un único propósito. Intento alcanzar la próxima mañana, ponerme a salvo ...