jueves, 23 de marzo de 2017

EL DEPREDADOR (Cuento)




Atravesaron el portal, entraron en la casa, lo registraron todo, hallándolo escondido en el closet. Lo golpearon atrozmente y casi desfallecido, lo transportaron a la prisión.

Lo interrogaron con dureza, le pedían detalles del crimen, al parecer algún vecino escuchó un disparo y avisó a la policía y cuando acudieron al lugar, lo encontraron en el closet. Él lo negaba todo y por supuesto, ellos no le creían, todas las evidencias lo inculpaban, pero en realidad, él no estaba mintiendo, por más que se esforzaba, no recordaba nada, solo que había despertado en aquel lugar oscuro y húmedo, rodeado de un amasijo de zapatos y ropa. No entendía por qué lo habían apresado, seguramente lo estaban confundiendo con alguien, porque él, Beto Gálvez, el hijo de Mariana Gálvez, era un hombre íntegro, incapaz de cometer un delito. Su madre, a pesar de haber sido madre soltera, lo había educado con esmero, inculcándole sólidos principios y había hecho de él un hombre de bien. 

Por más que se estrujaba el cerebro tratando de recordar lo sucedido, no lo lograba, pero de una cosa sí estaba seguro, él nunca habría dañado a nadie sin motivo, todo lo contrario, no soportaba el abuso ni la violencia. ¿Cómo iba a soportarlo?, si durante toda su infancia había sido víctima de abuso por parte de su padrastro, quien lo golpeaba y lo obligaba a practicarle sexo oral, bajo la amenaza de que si se negaba a hacerlo o se lo contaba a alguien, mataría a su madre y él sabía muy bien que aquel canalla era capaz de hacer eso y mucho más. Fue por proteger a su madre, que soportó durante toda su infancia, el abuso de Jacobo Argüelles  y mantuvo el secreto. Más tarde, tampoco se decidió a confesarlo a nadie, porque sentía vergüenza. Afortunadamente, Jacobo un día desapareció de sus vidas y nunca más volvieron a saber de él, lo que representó un gran alivio para Beto y su madre, pero no borró el recuerdo de la agonía que había vivido, ese recuerdo lo acompañaría por el resto de su vida.

Cuando Jacobo se fue del pueblecito de Georgia donde vivían, él pudo concentrarse en los estudios y logró graduarse de ingeniero; un par de años después de graduarse, recibió una magnífica oferta por parte de una importante compañía de Miami, así que convenció a su madre para mudarse a la ciudad del sol, en aquella casa quedaría sepultado su pasado y las horribles escenas de su niñez. En Miami se enamoró de Alexia, una chica hermosa e inteligente, se casaron y tuvieron un hijo que colmó su vida de felicidad, pero aunque a veces el dolor de los recuerdos le taladraba el alma, nunca le contó a nadie su historia, había decidido llevarse aquel secreto a la tumba.

De lo sucedido antes de su arresto, lo último que recordaba era haber salido temprano en el auto para dejar a su hijo en la escuela.  Sentía un peso en la cabeza que no lo dejaba pensar con claridad. De repente, una aguda punzada en la frente lo hizo llevarse la mano al lugar de donde provenía el dolor, sus dedos rozaron algo en su sien izquierda y descubrió que una herida le atravesaba verticalmente la frente desde la sien hasta la raíz del cabello. Fue entonces que comenzaron a llegar a su mente las imágenes que había perdido y poco a poco fue armando el rompecabezas.

Recordó que esa mañana había estacionado al costado de la escuela, se bajó y acompañó a su hijo hasta la entrada principal, donde se despidió de él. Mientras miraba cómo el muchacho avanzaba hasta desaparecer por el corredor, escuchó una voz que le resultaba demasiado familiar, un hombre cerca de él halaba a un chico por el brazo y lo conducía hacia la calle, mientras el niño se resistía a seguirlo. En ese momento escuchó que el chiquillo preguntaba:

- ¿Quién eres?

- Un amigo de tu mamá. - contestó el hombre.

- Pero ella me acaba de dejar aquí y no me dijo que alguien vendría a recogerme.

- Es que ha surgido un imprevisto, el abuelo se enfermó de repente y ella me ha pedido que viniera a recogerte para llevarte a su lado.

Beto no podía creer lo que veía, aquel era el mismísimo Jacobo Argüelles, el hombre que lo había abusado en su infancia.

Jacobo subió a un auto con el niño y  puso en marcha el motor y Beto sin perder tiempo se subió al suyo y los siguió. El hombre condujo hasta una casa algo alejada de la escuela, Beto aparcó a una distancia prudencial desde donde pudo ver cómo el hombre bajaba del auto y sacaba de un tirón al niño que se resistía con toda su fuerza, pero no pudo evitar que Jacobo lo condujera hacia el interior de la casa.

Entonces Beto abrió la guantera y extrajo la pistola que siempre llevaba consigo para poder defenderse en caso de necesitarla. Sigilosamente, se dirigió hacia el lugar, la puerta no estaba completamente cerrada y desde afuera podía escuchar lo que hablaban, le pareció estar viviendo un "déjà vu"

Escuchó que Jacobo le decía al niño:

- Si te portas bien y haces lo que te digo, te voy a comprar el último videojuego. 

- ¿Y qué tengo que hacer? - preguntó el niño con inocencia.

Seguidamente, se hizo un silencio, durante el cual Beto podía adivinar que Jacobo se bajaba la cremallera del pantalón y sacaba su miembro, mostrándoselo al niño. Entonces lo escucho decir:

- Solo ponlo en tu boca.

El niño se negaba con firmeza. 

- No, no lo haré, se lo diré a mi mamá.

Y Jacobo le contestó:

- Si no lo haces, o si se lo dices a alguien, te juro que mataré a tu mamá. ¡Así que hazlo!! ¡Hazlo yaaaaaa!!!

El niño cerró los ojos y abrió la boca como quien se dirige al cadalso, pero sabe que no tiene otra opción. Se disponía a comenzar el acto.  

Beto ya no pudo soportar más, inmediatamente empujó la puerta y entró en la habitación, apuntando con la pistola a Jacobo, mientras le decía:

- Jacobo Argüelles, hijo de la gran puta, deja al niño en paz!!

- ¿Y tú quién coño eres?

- Alguien que te conoce muy bien. ¿Te suena el nombre de Beto Gálvez?

El hombre lo miro estupefacto, su rostro estaba lívido. Beto aprovechó su confusión y le dijo al niño:

- ¡Sal de aquí!... huye y pide a alguien que llame a tu mamá!!

Mientras Beto se aseguraba de que el niño desapareciera de la escena, Jacobo aprovechó para sacar una navaja y con un rápido gesto se la lanzó a Beto, causándole una profunda herida en la frente. La sangre comenzó a fluir cubriendo su rostro, pero Beto aún tenía la pistola en la mano y haciendo un titánico esfuerzo, alzó el brazo y le disparó directamente a la cabeza. Jacobo se desplomó instantáneamente. 

Entonces Beto se dirigió a rastras al interior de la casa, en busca de algo que pudiera controlar la sangre de su herida, y alcanzó a llegar a un closet, pero ya había perdido mucha sangre y en ese mismo momento, cayó inconsciente. 

Unos minutos más tarde llegó la policía y lo arrestaron por el asesinato de Jacobo Argüelles. Ahora su libertad dependía de que el pequeño al que había salvado, diera su testimonio y de esa forma quedara claro que todo lo había hecho por defender al niño. De lo contrario, sabía que se pudriría en la cárcel, como cualquier criminal, pero lo tranquilizaba saber que ahora existía un depredador menos en el mundo. Jacobo Argüelles no volvería a convertir en un suplicio la vida de ningún otro niño.


Miriam De La Vega
- MDLV -
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