MI VECINA SHEILA (Cuento) (Finalista en el "Certamen Literario Somos 2015" en la categoría de Cuento Corto)
Ella vivía en el apartamento
contiguo, nuestras habitaciones estaban separadas por una fina pared, tan
delgada que podía escuchar hasta sus suspiros. Muchas veces escuchaba sus
gemidos mientras hacía el amor con su novio y los imaginaba enredados en la cama,
prodigándose caricias y llegando a los estertores del clímax, ella gemía y
gritaba "¡más, más...!", y yo podía adivinar a la joven y atractiva
vecina, desnuda, desfalleciendo de placer en el más pleno de los orgasmos.
No niego que eso me provocaba fantasías increíbles y me hacía desearla
cada vez más. Confieso que más de una vez experimenté alguna erección mientras
escuchaba aquellos candentes encuentros sexuales, y también reconozco que la
observaba a escondidas detrás de la persiana cuando entraba o salía de su
apartamento, o cuando despedía a su novio en la puerta. La verdad es que ahora
siento algo de vergüenza al confesar todo esto, pero tengo dos atenuantes
para mis delitos, ella era irresistiblemente hermosa y yo, solo un simple
mortal, joven, soltero y solitario.
Una mañana, en el momento preciso en
que yo salía de mi apartamento para dirigirme a la oficina, ella entraba
en el suyo, vestía ropa de gimnasio, ajustada a su cuerpo que hacía resaltar
sus atributos.
- Buenos días, vecina, ¿cómo le ha ido?
- Muy bien, gracias.
- ¿Regresando de hacer ejercicios?
- Sí, salgo a correr muy temprano al
parque de la esquina, ahora tomaré un baño para irme al trabajo.
- Bueno, un gusto verla, que tenga un
buen día. Ah, por cierto, mi nombre es Álvaro.
- Encantada, yo soy Sheila.
A partir de ese día, comencé mi
rutina de ejercicios, me levantaba una hora antes de lo habitual y me dirigía
hacia el parque donde caminaba durante media hora, allí la encontraba a diario
y muchas veces conversábamos mientras caminábamos juntos. Ella se fue metiendo
bajo mi piel, ya no concebía ir a trabajar sin verla en la mañana.
A través de nuestros encuentros
matinales fui conociendo algo de su vida y sus sentimientos, fui descubriendo a
la persona real que palpitaba dentro de aquella hermosa joven y cada vez me
sentía más interesado en ella, porque su mundo interior era tan bello como su
apariencia. Supe que era soltera, que había venido de Cuba muy pequeña con su
madre, la cual había fallecido de cáncer apenas unos años atrás, no tenía
hermanos, ni nadie más en este país. Se había graduado de arquitecto y trabajaba
para una compañía constructora. Su novio era ingeniero en la misma compañía,
llevaban más de un año juntos, pero aún no habían pensado en matrimonio.
Me contó que en una ocasión, ella le
había comentado sobre la posibilidad de casarse y él había contestado que aún
no estaba listo. Otra vez ella le sugirió que tal vez podrían vivir juntos y él
se negó, diciéndole que su madre estaba enferma y requería de muchos cuidados,
por lo que no la podía dejar sola para venir a vivir con ella. En repetidas
ocasiones ella le había manifestado el deseo de conocer a su madre, pero él le
decía que ella tenía un carácter muy difícil y le daba largas al asunto. Sheila
estaba tan enamorada, que aceptaba todo de buen grado, con tal de no discutir.
Lo último que quería era alejarlo.
Una noche los vi llegar juntos, y
supuse que en breve comenzarían uno de aquellos ardientes encuentros, pero en
pocos minutos comprendí que los ánimos estaban muy alterados, discutían
acaloradamente y él fue alzando la voz hasta que terminó gritando a todo
pulmón, parecía fuera de sí, yo podía oír los sollozos de Sheila. De pronto
escuché muy claramente cuando él le gritó:
- Fuiste demasiado lejos, estúpida,
no tenías ningún derecho a aparecerte en mi casa, ahora lo arruinaste todo, te
voy a matar como a una perra!!
Y entonces escuché que ella gritaba:
- ¡¡Noooo!!, por favor, basta ya, me
estás haciendo daño, ¡¡suéltame, suéltame!!
En ese momento, quise ir allá, derribar
la puerta y golpear a aquel salvaje, pero lo pensé mejor, busqué mi teléfono y
marqué el 911.
- Por favor, en el apartamento de al
lado hay un hombre muy violento y está maltratando a su pareja, ella necesita
ayuda, manden a alguien pronto.
Le di toda la información que la
operadora me pidió y ella me contestó:
- Estamos enviando una patrulla para
allá inmediatamente.
En el momento en que colgué el
teléfono escuché un golpe seco y acto seguido todo quedó en completo silencio,
luego oí que él la llamaba por su nombre y ella no respondía. Entonces él, en
medio de su desesperación, comenzó a lanzar objetos contra la pared. En pocos
minutos escuché que llegaba la policía y me sentí algo aliviado, aunque no
dejaba de preguntarme si Sheila estaría bien.
Cuando salieron del apartamento vi
que llevaban al hombre esposado y a ella inmóvil en una camilla. Le pregunté a
uno de los paramédicos y me dijeron que ella había recibido un fuerte golpe en
la cabeza y habría que esperar para saber el diagnóstico. Subí a mi auto y
seguí a la ambulancia hasta el hospital.
Allí le hicieron todo tipo de exámenes y según los resultados, el golpe
en la cabeza le había provocado una lesión en el cerebro y el médico no podía determinar
la magnitud del daño cerebral. Después de escuchar al médico, entendí la
gravedad de la situación y no pude reprimir las lágrimas, en ese momento
comprendí lo que ella significaba para mí y decidí que me quedaría a su lado.
Pedí unos días libres en mi trabajo y permanecí con ella. Estuvo tres días en coma.
En la mañana del cuarto día, ella abrió los ojos y yo estaba allí, cuando me
vio, me dedicó una sonrisa triste y confusa y me preguntó:
- ¿Álvaro? ¿Qué haces aquí? ¿Dónde estoy?
- En el hospital.
Ella comenzó a hablar entre sollozos.
- Sí, ya recuerdo. Yo tenía muchas dudas, conseguí su dirección y fui a su
casa, descubrí que tenía una esposa y dos hijos, me estuvo engañando todo el
tiempo. Cuando supo que yo lo había descubierto, se puso como un loco, casi me
mata, recuerdo que me golpeó, me empujó y caí al suelo, pero no recuerdo lo que
pasó después.
- La policía se lo llevó preso.
- ¿Quién llamó a la policía?
Yo bajé la cabeza y murmuré.
- Fui yo.
- ¿Tú? ¿Pero cómo supiste?
- Escuché la discusión y te oí llorando, también escuché cuando él dijo que te
iba a matar, tú pedías que te soltara... y entonces llamé a la policía.
Ella comenzó a llorar y yo la abracé, mientras lloraba en mis brazos, musitaba
en mi oído entre sollozos "Gracias, gracias, gracias".
Afortunadamente, la lesión en su cerebro no fue grave, ni dejó secuelas, y a
partir de aquel violento episodio, nos acercamos mucho más. Poco a poco fueron
sanando sus heridas y fue surgiendo en su corazón un profundo sentimiento de
amor hacia mí, que nos llevó a comprometernos. Muy pronto Sheila será mi esposa
y prometo que cuidaré de ella con toda la ternura y el cariño que toda mujer se
merece.
Miriam De La Vega
- MDLV -
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